Crónica 2: La oxidación de la vejez

Un cierto día, en una cierta noche, frente a una cierta computadora, un casi cierto sujeto decidió no irse a dormir. Ciertamente no tenía sueño, pero habíase levantado después de medio día y pues ya llegando la madrugada no había señales de somnolencia.
Con ese motivo, con esa razón y con ese pretexto estuvo varias horas, después de ya ocurrida media noche, entre diavagaciones y lecturas del internet.

El día clareando fue lo que acarreó el siguiente pensamiento. Pensado fue buena idea, y por tanto devino en decisión, que posteriormente terminó en acción. Acción que consistío en ir a un parquecillo deportivo a caminar, correr o realizar alguna otra pretensión prodeportiva.

De la mañana las siete ya eran, gente mucha había que caminaba, y lindo día, vaya, que era. Había gente en ropa deportiva, y así como su vestimenta lo sugería, hacían deporte.
Corrían, sin que los persiguieran, pero corrían, y en círculos, pero corrían.

Correr no estaba en las posibilidades del cierto sujeto del que hablamos que decidió no dormir, pues sus rodillas no tienen condición atlética; él tampoco, pero sus rodillas menos. Así que optó por caminar, y en círculos también, e igualmente, caminaba porque era la forma del parque.

Tan mala sería la condición física del sujeto o tan pobre su intención deportiva, que, casi sin terminar ninguna vuelta, sintió que la zona de columpios le llamaba. Y a columpiarse no fue, sino hasta más tarde, pues llamó primero su atención el famoso pasamanos.

A su mente arrivaban los pensamientos de una juventud, la cual no parecía muy distante, en la cual se trepaba y sorteaba el difícil reto de cruzar el abismo del pasamanos; sin embargo, la presente ocasión en que trepó el juego infantil le hizo sentir que aquella lozana juventud ya andaba bien lejos... requete lejos.

Ni de un borde al otro pudo pasar, solo a mitad de camino llegó pues los brazos sintió no lo soportarían.

Y me dolieron mucho los brazos.. digo, al sujeto le dolieron. Estiraronsele los brazos; o al menos así sintió a pesar de que sus escasas libras de peso no bastarían para ello. Y derrotado y dolorido, cual viejito, se dió por vencido en el pasamanos.

Ahora sí, como lo marca el protocolo de la derrota deportiva, camino hacia la zona de los derrotados olímpicos, mejor conocida como columpios. Sentose, mirose las manos, y pensó para sí "chale, ¿cuándo envejecí tan rápido?".

Día de deporte fallido que, por cierto, no desembocó en la promesa de nunca jamás hacer ejercicio; no, inversamente contraria ese opuesto, juró que volvería y que necesitaba volver la deporte. Alguno, el que sea, cualquiera era bueno, pero que sea deporte.
Por el sinsentido que resultaba quedarse estático en zona de actividad física, el sujeto partió con rumbo seguro a su humilde hogar.

Cuando en el humilde hogar ya se encontraba, y tirado sobre la alfombra recostado estaba, le sobrevino la repentina idea de una actividad que en dicha posición sería sencilla realizarla. "Yoga", se dijo y lo pensó, y desoué slo realizó.

Como regularmente lo es, el instructor más a la mano y más barato y el que todo lo sabe es el internet, y ahí videos de yoga para novatos encontró. Ahí sobre la alfombra los intentó. Ahí sobre la alfombra los imitó. Y ahí mismo sobre la alfombra se cansó, en menor tiempo al que tarda un pan de gengibre en honearse(¿cuánto? No sé, pero fue poquito).

'Oxidado' sería el adjetivo más correcto para adjetivizar los resultados del día deportivo acontecido.

Ciertamente no fue el mejor día, y ciertamente el sujeto no llegará a atleta olímpico, pero el cierto sujeto regresó a cierta habitación donde tiene cierta computadora y ahí se quedó haciendo las cosas que ciertamente hace todos los días.

Fin.

P.D. Nunca en la vida voy a hacer alguna posición de yoga en público. :P